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China anunció el lunes el aplazamiento de su reunión política más importante del año debido al brote de un nuevo virus, una medida llamativa para un gobierno autoritario que siempre ha mantenido un estrecho control sobre su calendario político.
La decisión refleja la importancia que el presidente, Xi Jinping, da a la lucha contra el virus, que ha matado a más de 2.500 personas e infectado a más de 77.000 en la China continental.
El brote ha planteado uno de los mayores desafíos políticos para el gobierno de Xi desde que asumió el control del gobernante Partido Comunista en 2012. Las reuniones anuales del Congreso Popular Nacional y su organismo rector suelen comenzar en torno al 5 de marzo y durar más de dos semanas, con miles de delegados llegados a Beijing para reuniones, discursos y actos políticos.
Un tercio de los 3.000 delegados ocupan cargos provinciales y municipales con importantes competencias y trabajan en la vanguardia de la lucha contra la epidemia, afirmó la agencia oficial de noticias Xinhua.
Xi se ha visto debilitado por el brote, pero puede minimizar los daños “actuando de forma agresiva para contener los daños y recuperar el control aplazando” las reuniones, indicó Steve Tsang, director del Instituto de China en la Escuela de Londres de Estudios Orientales y Africanos.
Como el Congreso Popular Nacional no tiene poder real, hay menos motivos para celebrarlo en un momento en el que el partido ha restringido la circulación de personas y prohibido las grandes aglomeraciones, señaló el experto. Aplazar las citas permitirá “reducir el riesgo a que alguien utilice cualquiera de las dos ocasiones para hablar fuera de la línea oficial. La decisión de Xi es un acto defensivo agresivo, y por tanto más pragmático que desesperado, aunque debe haber sentido la necesidad de ser defensivo”, dijo Tsang.